domingo, 9 de marzo de 2014

PRINCE KROPOTKIN´S GHOST [El fantasma del Príncipe Kropotkin], Melanie Killen y Marina Cords, Scientific American, 2002


[A continuación agrego la traducción que he elaborado de un breve artículo sobre ciertos cambios que se observan en las investigaciones de psicología del desarrollo y en el campo de la primatología. Aunque es un artículo de hace varios años, me parece que hace una buena introducción a las discusiones que en el campo de la psicología se hacían respecto nuestra supuesta naturaleza humana agresiva. El texto señala el inicio de un visión escéptica respecto a la idea, dominante en esos años, de que los seres humanos tenemos la tendencia a reaccionar de forma agresiva en momentos conflictivos].

AMERICAN
Scientist
Vol. 90, # 5, Septiembre-Octubre, 2002, pp. 208


El fantasma del Principe Kropotkin


Melanie Killen y Marina Cords

(traducción de Ricardo Laviada)

Con toda la violencia en el mundo, es natural preguntarse, como Pat Shipman hizo recientemente en estas páginas (Macroscopio, noviembre- diciembre de 2001), si la agresión está profundamente arraigada en la naturaleza humana. Tal vez lo está. Sin embargo,  vamos a  argumentar que las inclinaciones agresivas de los humanos se equilibran con las tendencias igualmente fuertes a cooperar unos con otros - un argumento que el príncipe Piotr Kropotkin hizo hace un siglo en Ayuda Mutua, un estudio de las sociedades altruistas. Este punto de vista contrasta con gran parte del pensamiento actual sobre el tema, que presupone que la violencia humana tiene profundas raíces biológicas. Los biólogos moleculares han, por ejemplo, tratado de identificar los genes que controlan la agresión en los ratones suponiendo que mecanismos similares operan en los seres humanos. De hecho, los científicos han tratado, en muchas ocasiones, de explicar las tendencias más salvajes de la gente haciendo comparaciones con animales, sobre todo desde que Konrad Lorenz (un zoólogo austríaco ganador del Premio Nobel) teorizó sobre las raíces evolutivas de tal comportamiento en su obra clásica de 1966: Sobre la agresión .

La visión de Lorenz era que la agresión es un rasgo inevitable del carácter para la mayoría de las criaturas debido a que es funcional: una disposición combativa ayuda a los hombres a adquirir recursos y permite a las mujeres proteger a sus crías. Guiados por la suposición de que la agresión es un instinto animal básico, Lorenz y los que siguieron sus pasos aplicaron con facilidad dicho principio en la explicación del comportamiento de hombres y mujeres. Los numerosos actos violentos que aparecen en los titulares de la prensa parecería que confirman esas suposiciones.

Afortunadamente y, en contra de las ideas predominantes, hay ahora una gran cantidad de trabajo sobre el desarrollo psicológico de los niños que sugiere lo contrario. Esta investigación demuestra que los niños no recurren automáticamente a la agresión cuando surgen conflictos entre ellos. En cambio, suelen utilizar una serie de estrategias para prevenir, mitigar y resolver la discordia y, de este modo, aminorar los efectos en sus relaciones sociales.

Los psicólogos del desarrollo que han destacado tal comportamiento no están tratando de convencer a nadie de que las relaciones entre los niños son completamente pacíficas. Ellos tratan de hacer comprender que el conflicto no es sólo un aspecto perturbador de la vida social (que es como la agresión ha sido comprendida en muchas ocasiones). Por el contrario, el conflicto tiene el potencial de ayudar a los niños, porque les puede proporcionar la oportunidad de tomar el punto de vista de los demás, y así negociar y construir por sí mismos los conceptos de justicia e igualdad.

Negociadores Naturales

Como ejemplo de las habilidades sociales de los niños, considérense los resultados de una investigación que una de nosotras (Killen) condujo con Elliot Turiel de la Universidad de California, Berkeley. Para el estudio, llevamos a  tres niños de 4 años a un cuarto para jugar, los dejamos solos durante 15 minutos mientras una cámara grababa sus interacciones. Algunas de sus conversaciones fueron reveladoras :

Ruth: [Sosteniendo dos muñecos de juguete] Hey, quiero el muñeco verde. ¿Qué tal si intercambiamos? Aquí, puedes quedarte con éste . [Ruth le da un muñeco azul a Michael] Y yo puedo tener el verde. ¿Te parece bien? [Ruth alcanza el muñeco verde que Michael sostiene].

Michael: [Se aferra al muñeco verde ] ¡No! Ya hicimos un intercambio. Quiero éste. Lo quiero ahora, tu ya tienes el tuyo.

Lily: Hey, ambos pueden tener mis cucharas, si quieren. [Lily muestra sus cucharas  a Michael y Rut].

Ruth: No, quiero el muñeco verde.

Michael: [Se coloca encima de sus juguetes ] No voy a intercambiar ninguno de los míos.

Lily: [Cantando ] No voy a intercambiar ninguno de los míos.

Ruth: [ Cantando ] No voy a intercambiar ninguno de los míos.

Lily: Bueno, eso no es justo  porque no tengo ningún muñeco.

Michael: [A Ruth] Dále un muñeco a ella.

Ruth: Pero tu tiene tres y ella no tiene ninguno y yo tengo uno. Eso no es justo.

Lily  Sí, porque no tengo ninguna.

Ruth: [A Michael] ¿Sabes qué? Si me das el verde, yo le doy a ella el rojo y así todos tendremos uno, ¿te parece?

Michael: Bueno, si no me das el rojo entonces no te voy a invitar a mi fiesta de cumpleaños.

Lily: Pero yo no tengo ningún muñeco.

Ruth:  [A Lily] Bueno, te voy a dar a este, y voy a tomar este de Michael y así todos vamos a tener uno, ¿de acuerdo?

Michael: [Le da el muñeco naranja a Ruth] Está bien, pero podemos intercambiar mañana de nuevo?

Ruth: [Canta] ¡Fiesta de cumpleaños! [Ruth toma el muñeco naranja de Michael y le da el rojo a Lily]

Lily: [Canta ] ¡Fiesta de cumpleaños!

Michael: [Canta] ¡Fiesta de cumpleaños!

Este fragmento revela algunas de las complejidades de las capacidades sociales y morales de los niños pequeños, mismas que a menudo los adultos subestiman. Lily, Ruth y Michael mantienen el flujo de la interacción con sugerencias de colaboración ("Vamos a intercambiar"), justificaciones morales ("Eso no es justo porque..."), apelación a terceras personas ("Hey, ambos pueden tener mis cucharas"), compromisos (los niños recibieron un juguete diferente al que originalmente solicitaron), rituales convencionales (cantan), reclamos de propiedad ("ya lo tienes"), amenazas ("no te voy a invitar a mi fiesta de cumpleaños") y propuestas de negociación ("¿te daré éste y me quedo con aquél? "). Aunque los niños a veces promovieron sus propios intereses, también se esforzaron en hacer que las cosas funcionaran en el grupo.

¿Son Ruth, Lily y Michael un caso anómalo? Después de examinar más de 2.000 conversaciones entre niños que jugaban sin adultos presentes, encontramos que las frases más comúnmente pronunciadas no eran órdenes o insistencias. Muy a menudo escuchamos expresiones de colaboración, que definimos como intercambios en los que un niño hace una sugerencia o negocia con los otros.

Es significativo que, cuando observamos a los mismos niños jugando en la presencia de un maestro, la cantidad de este toma y daca disminuye dramáticamente. En vez de negociar sus diferencias, los niños apelaron a la intervención del adulto, exigiendo que el adulto intervenga o simplemente dejaron el asunto en el olvido. Es claro que los niños pequeños tienen maneras de evitar o resolver los conflictos, pero en la mayoría de los kinders rara vez se les concede la oportunidad de ejercer dichas habilidades, tal vez porque sus profesores suponen que si existen diferencias y se les deja solos, terminarán por actuar de acuerdo con sus instintos animales agresivos.

Creemos que los niños son inherentemente más sociales que eso. Por supuesto, es muy difícil separar la naturaleza básica de los niños de aquello que los adultos les han enseñado. Como señalan muchos padres, han pasado horas y horas ayudando a sus niños pequeños a que aprendan a compartir y a esperar su turno. Es de suponer, que algo de ese entrenamiento ha influido en el desarrollo de sus habilidades sociales. Pero ¿hay alguna evidencia de que tales formas positivas de interacción social no son, estrictamente hablando, un producto de la intervención de los adultos? Uno no puede, después de todo, examinar a los niños que se les ha negado tal tutoría. Resulta ahora que los primatólogos han proporcionado una pieza faltante en el rompecabezas: observaciones del mundo natural sugieren que, de hecho, hay una base biológica en nuestras predisposiciones sociales.

Así como los niños están a menudo en conflicto sobre la forma en que van a jugar juntos, así también sucede con los miembros de un grupo típico de primates no humanos. Estos animales tienen regularmente desacuerdos sobre lo que van a ver con quién y cuándo, o acerca de adónde irán después. Y estos primates, al igual que los niños, tienen diversas técnicas para evitar o desactivar las tensiones que surgen en su vida común.

Reconciliación Primate

Específicamente, ¿qué han demostrado los primatólogos? Comenzando con observaciones oportunas, en la década de 1970, de chimpancés rivales intercambiando abrazos, besos y otros gestos de amabilidad, aparentemente de reconciliación, después de una riña, primatólogos dirigidos por Frans de Waal, de la Universidad Emory ampliaron el estudio del manejo de conflictos mediante la realización de observaciones sistemáticas de los eventos que siguieron a los estallidos de agresión.

Estos trabajadores encontraron que los adversarios regularmente se buscan para tener algún tipo de encuentro amistoso apenas unos minutos después de una pelea. Cuidadosas observaciones y experimentos han puesto de manifiesto cómo estas reuniones restauran las relaciones amistosas y reducen la ansiedad que los rivales suelen sentir como consecuencia de una pelea. Estos estudios, también han mostrado que los primates tienen muchas maneras de prevenir los conflictos agresivos y reducir al mínimo sus efectos. Como las personas, estos animales pueden adoptar convenciones de diversos tipos para evitar disputas, incluso antes de que estallen. En muchas especies de primates, un individuo poderoso del grupo tiene prioridad sobre los demás en el sitio donde se alimentan: cuando se acerca el miembro dominante, un subordinado simplemente se levantará y retirará, sin protestar. En otras situaciones, la regla aplicable es "el que encuentra se queda la mayor parte" [Finders Keepers]. Si un subordinado lleva un objeto deseable, puede mantenerlo sin oposición de los miembros más poderosos de su grupo.

Así, esta investigación ha puesto de manifiesto la variedad de mecanismos que los primates tienen para mantener la relativa paz dentro de sus filas. Este trabajo también ha estimulado el análisis de capacidades similares de pacificación en nuestra especie. Los psicólogos del desarrollo, que están al tanto de los informes acerca de nuestros parientes más cercanos, los monos y los simios, comenzaron a prestar más atención a las reuniones de reconciliación después de los conflictos y, como era de esperar, encontraron el mismo fenómeno en los escolares. Por ejemplo, en una comparación transcultural entre niños de Rusia, Estados Unidos, Italia, Suecia y Kalmyk, Marina Butovskaya y sus colaboradores en la Universidad Estatal Rusa de Humanidades en Moscú recientemente mostraron que los jóvenes son capaces de una amplia gama de formas de hacer las paces después del conflicto. Ellos pueden, por ejemplo, ofrecer compartir algo o abrazarse, cantar rimas de reconciliación o involucrar a terceros para mediar sus diferencias.

Estos resultados no han sorprendido a los primatólogos, que ya han abandonado sus prejuicios simplistas acerca de ciertos "instintos " agresivos que Lorenz había hecho famosos. Tal vez es el momento para que otros abran sus mentes y, de este modo, reconsideren la validez o aplicabilidad de la visión de Lorenz acerca de las personas.

Original en inglés en la siguiente dirección:

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